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El patrimonio cultural como medio práctico-sensible para una innovación social transformadora.
Me encantan las preguntas de siempre.
Ah, las viejas preguntas, las viejas respuestas,
¡no hay nada como ellas!
Estas son algunas de las líneas escritas por Samuel Beckett en su drama de teatro titulado “Fin de partie” o Fin de la partida. Empiezo por aquí, para invocar el retorno a las viejas preguntas. Y una vieja pregunta con relación al patrimonio cultural podría no ser tanto ¿Qué se debe hacer? sino ¿Dónde empezar de nuevo? Puede que allí, el Futuro del pasado cobre aún más sentido. Entonces, para viajar al futuro habrá que regresar a aprehender lo práctico-sensible y preguntarnos cómo despertar el amor por las cosas que realmente importan en nuestra vida cotidiana, y qué fibras o códigos debemos tocar para conservarlas.
Un código no consiste en un sistema de reglas prefabricadas. Todo código define un espacio centrado, abriendo un horizonte en torno a un mensaje, a un texto, desplegándolo y, consecuentemente, cercándolo o cerrándolo. Este texto puede ser práctico-sensible y social, por tanto no siempre escrito. Porque las relaciones sociales ya no aparecen solamente como abstracciones y formas, sistemas de contratos o de valores, instituciones o ideologías; sino también como un conjunto de campos sensibles diferenciales y articulados. De acuerdo a Henri Lefebvre, este movimiento de las relaciones sociales, a saber lo práctico-sensible constitutivo del mundo social considerado como valor de uso, no puede dejarse reducir. Este criterio trae un conflicto real que corresponde, sobre el plano teórico, a las luchas que se desarrollan en la práctica social y política entre los poderes homogeneizantes y las capacidades diferenciales.
Este asunto me ha llevado a entender, escuchando a nuestros queridos invitados, Toa (Saraguro), Ronald (Costa Rica), Paúl (Cochapata), Edison (Oña-Susudel) y Don Isidro (Agua Blanca) hablar de sus proyectos, y sobre la experiencia de co-construir, co-diseñar, en fin, sobre cooperar, que nos hablaban de diferencias. Diferencias que adquieren valor en ciertas prácticas que les permite vivir de manera diferencial, sensible; y en la mayoría de casos presentados, también les permite transformarse. Siendo esta, la raíz de los procesos de una poderosa innovación social.
Desde este enfoque de innovación se presenta una visión general sobre el desarrollo de las prácticas socialmente innovadoras, alrededor de las cuales surgen nuevas dimensiones que revelan su potencial: Primero, la creación de espacios y mecanismos de autonomía social; segundo, el empoderamiento comunitario, particularmente de colectivos con elevados niveles de vulnerabilidad socioespacial; y tercero, la posiblidad de desarrollo de nuevas dinámicas institucionales que impulsen los derechos sociales.
Este curso de la innovación es la que distingue al trabajo del grupo de investigación Ciudad, Patrimonio Mundial (CPM https://www.ciudadpatrimoniomundial.com), en tanto que más allá de la figura del sujeto emprendedor, los procesos de innovación que estimulan tienen una raigambre territorial, a través de la cual, la innovación social se define como las prácticas y los procesos a través de los cuales, las comunidades responden a sus necesidades básicas, en la búsqueda de transformar las relaciones de poder y la conquista de capacidades que les otorguen mayor autonomía. Así, varios autores han llenado recientemente este nuevo concepto de innovación desde la visión de la transformación social, acercándolo a los estudios de gobernanza y desarrollo territorial, basados en las teorías del cambio social y la acción colectiva. En concordancia, otros investigadores, remarcan que esta innovación social está orientada, no solo a plantear soluciones innovadoras en el orden de dar respuesta a necesidades sociales, sino también a facilitar el desarrollo de nuevas formas de organización y de interacción para abordar los problemas sociales.
En este marco, son alentadoras las capacidades de innovación demostradas para generar lazos de comunidad, proponer alternativas a formas dominantes de producción, trabajo y consumo; para responder a necesidades básicas insatisfechas, o salir en defensa del territorio, medio ambiente, patrimonio cultural y de los propios derechos sociales; así como, para empoderar a colectivos que sufren discriminación e influir en las políticas públicas.
De este modo, varios de los retos en los procesos de innovación social se discuten en las dimensiones de su sostenibilidad y escalabilidad. Se sugiere por sostenibilidad, la capacidad de dichas iniciativas de mantenerse en el tiempo, evitando su desarme, una vez que se debilita el empuje de su núcleo impulsor. Y por escalabilidad, que estas mismas iniciativas tengan la posibilidad concreta de trascender el ámbito microlocal de actuación en el que surgen habitualmente, creciendo hacia escalas territoriales más amplias y replicándose en otros colectivos o territorios. Es probable, que este sea el mayor desafío en las prácticas sociales innovadoras transformadoras, ya que escalar territorialmente depende de los apoyos por parte de los poderes públicos (entre los que figura la academia) quienes juegan un papel clave en la consolidación y expansión de estas prácticas.
Desde su casa, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Cuenca, estamos convencidos que la fortaleza del grupo CPM es ir incansablemente tras esos desafíos. Y este encuentro es una muestra tangible del sentido de lo práctico-sensible revelado en cada una de las prácticas expuestas. Pero probablemente esto no sea suficiente, porque tal sentido vive una lucha permanente contra la inercia institucional, y sobre todo contra la partida neoliberal que mercantiliza nuestros patrimonios, turistificándolos, endeudando nuestros cuerpos, hipotecando nuestras vidas, para condenarlas o expulsarlas, poniéndolas al servicio de intereses alejados y muchas veces contrapuestos a los deseos no alienados de las comunidades.
En última instancia, aquello que nutre la espiral del futuro del pasado no estará entonces en pensar que la conservación del patrimonio cultural es la meta o un fin en si mismo. Y si quisiéramos responder a la vieja pregunta sobre dónde empezar de nuevo, el patrimonio cultural posiblemente sería un medio, una mecha que enciende los viejos y nuevos vínculos humanos, ya no solo el recoser del tejido social, sino el avivamiento de la chispa que despierta los conflictos no resueltos de nuestra memoria, sobre nuestros símbolos. Allí probablemente reside su valor actual, porque una vez restituido colectivamente, ese espacio de representación resignificado se convertirá en legado del trabajo, la solidaridad, la energía y el esfuerzo social que lograron cambiar una situación concreta en la vida cotidiana de la gente.
